contratapa

«Muchas veces llevé a amigos de Rosario o de Buenos Aires a conocer el barrio Somisa. El paseo por el camino — ahora lleno de pozos— que bordea el arroyo, la iglesia de acero, la Avenida Central; les señalaba allá, hacia la autopista, las ruinas de la Rycsa, una siderúrgica que cerró hace medio siglo y dejó un pequeño dique y unos edificios que fueron mutando hasta convertirse en un parador, un club de pesca y un balneario. Mientras circulábamos por esa escenografía de película, caía en la cuenta de que mi paso por esos lugares era de algún modo ficticio, no por irreal, sino por haber construido una relación con cosas que no estaban del todo ahí, sino en esa frontera entre la memoria y el deseo.»

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